En La revolución vegana cito a varios activistas que constituyen para mí un ejemplo de una nueva estirpe de activistas y luchadores por la libertad: jóvenes, atrevidos, conocedores de las nuevas herramientas tecnológicas, visionarios y pragmáticos. Uno de ellos es Tobias Leenaert, de Bélgica, fundador de EVA (Ethical Vegetarian Alternative).
Últimamente, Leenaert ha creado un blog llamado Vegan Strategist (Estratega vegano). Entre sus últimos artículos, me ha llamado la atención “Cómo veganizar el mundo”. Es un extenso tratado sobre estrategia del movimiento vegano en el que trata varios temas. Me ha parecido interesante presentar e interpretar aquí uno de los asuntos señalados: la diferencia entre el movimiento de liberación animal y los demás.
Seguramente habrá matices que añadir a este análisis y espero que esto sirva como invitación a participar a quien esté interesado en la cuestión.
Un mundo vegano, ¿es posible?
Supongamos que quien lea estas líneas desea vivir en un mundo sin explotación animal. Sin embargo, a priori, parece que la situación no nos sonríe. El consumo global de productos de origen animal aumenta, principalmente debido a su aumento en las dos economías con mayor crecimiento económico del mundo, China e India (juntas, un tercio de la humanidad). Además, en nuestros propios países, a pesar del aumento de veganos y vegetarianos, la carne sigue estando considerada —como escribe Melanie Joy—, “normal, natural y necesaria”. A veces parece que nuestros familiares, amigos y compañeros han levantado un muro impermeable a nuestros razonamientos tan lógicos…
Racismo, sexismo, especismo
Entre los mínimamente versados en la materia, es común dar por sentado que la lucha antiespecista es un paso adelante tras la lucha contra el racismo y contra el sexismo. No es raro escuchar o leer que de la misma manera en la que las mujeres lograron ser incluídas en el sufragio universal, o que se logró la abolición de la esclavitud en los EE. UU., así también vencerá la causa de los derechos de los animales. Yo mismo me he apoyado en esta analogía para argumentar la inevitabilidad de la la revolución vegana. Pero, ciértamente, estamos en un caso particular y único en la historia. Leenaert señala tres diferencias principales.
Defensores ≠ víctimas
En primer lugar, es la primera vez en la historia en la que las víctimas no se encuentran entre los defensores de la lucha. En los otros casos citados como ejemplos, las víctimas, o los interesados directamente en el éxito de la lucha, tomaban una parte central en el proceso de liberación, sin menospreciar la contribución de individuos de sexo masculino o de raza blanca que lucharon por esas causas. Como escribe el escritor Norm Phelps, “estamos intentando ser el primer movimiento de justicia social de la historia que tenga éxito sin la participación organizada y conciente de las víctimas”.
De esta manera, no sólo las víctimas no pueden expresarse en esta lucha desigual, sino que el apoyo del que gozamos en la sociedad es mínimo comparado con el que llegó a existir en los momentos clave de otras luchas de liberación.
Una sociedad dependiente
En segundo lugar, el grado de dependencia de la sociedad moderna en la explotación animal no tiene parangón en la historia. Se puede argumentar que la esclavitud en Norteamérica, por ejemplo, sostenía la economía. Pero esta tesis se derrumba al confrontar el modelo económico sureño basado en la esclavitud con el modelo no esclavista de los estados del norte, más avanzados en un sinfín de ámbitos.
La misma dificultad que encontramos cualquiera de nosotros —soñadores de un mundo vegano— al imaginarnos ese mundo, ilustra hasta qué punto nuestra sociedad se sustenta en la explotación animal. No olvidemos que antes de ser veganos, nosotros mismos solíamos comer como la mayoría de la gente; y comprendamos por qué los demás, al saber que somos veganos, preguntan “¿y entonces qué comes?”. No es habitualmente una pregunta hecha con maldad. Simplemente refleja nuestra enorme dependencia de la industria ganadera y el gran éxito que ésta ha tenido hasta el momento para meternos sus productos hasta en la sopa.
Leenaert señala:
Consideremos también el increíble grado en el que nuestra sociedad es dependiente de productos de origen animal. La mayoría de la gente, especialmente en el mundo occidental, consume productos animales en cada comida. Eso es tres veces al día, cada día. Enormes economías dependen del consumo de productos de origen animal, incluídas grandes partes de la industria de la moda, la investigación y el entretenimiento. Estamos invertidos en el (ab)uso de animales hasta un punto que probablemente jamás antes hayamos estado invertidos en la explotación de, por ejemplo, los negros, las mujeres o los niños. Esto, obviamente, hace que todo el sistema sufra de un enorme grado de inercia. Hay que tomarlo en cuenta.
El carnismo
Por último, está el factor de la inercia psicológica, el hábito, contra el cual, como sabemos, cuesta tanto luchar. Es cierto que la práctica del veganismo no se reduce a nuestro plato, pero si hay un comportamiento que querríamos cambiar en el mundo para acercarnos a este ideal vegano al que aspiramos, ése sería sin duda el hábito alimenticio. En número y en jerarquía, comer animales y sus secreciones es la práctica especista por excelencia.
En la cultura humana, comer no es sólo cuestión de conseguir las calorías necesarias. Existe un aspecto social intrínseco a cualquier comida. Además, en ocasiones, la comida puede tener un significado religioso, nacional o cultural. En cualquier caso los factores psicológicos y emocionales conforman una parte fundamental de la oposición inicial de cualquier individuo ante la posibilidad de renunciar a los platos que conoce desde su infancia.
Por si fuera poco, según algunos investigadores, hay alimentos que pueden causar una adicción física real, similar al que provocan algunas drogas duras. Y por lo general, estos alimentos señalados son los que contienen un alto porcentaje de proteína. En definitiva, cuando hablamos de qué comer y qué no comer, el debate se traslada del cerebro racional al emocional; de la mente al paladar y al estómago.
Intenta acariciar o jugar con un perro mientras come. No sería recomendable. Algo similar ocurre cuando nos hablan de la comida. Se activa un mecanismo de defensa que es inmune, al menos en una primera instancia, a la razón.
La humanidad lleva miles de años comiendo carne y otros productos de origen animal. No debemos subestimar el peso que esto añade a la resistencia, ya de por sí férrea, a plantearse un cambio de dieta. Tampoco menospreciemos las facilidades que esto otorga a la maquinaria propagandística de las industrias interesadas (ganadera y farmacéutica principalmente).
Un activismo vegano realista
¿Significa esto que no podemos aprender de las otras luchas de la historia? Por supuesto que no. Podemos y debemos. En otros muchos aspectos, hay puntos similares que tienen que inspirarnos y fortalecernos. Pero la ceguera nunca ha sido una buena consejera. Ser consciente de las particularidades de nuestra lucha es fundamental para maximizar nuestras posibilidades de éxito. Y en este sentido, la lucha por un mundo vegano es único por estos (y otros) motivos. En palabras del mismo Leenaert, “nos encontramos principalmente en territorio no explorado”. O como dirían algunos, “territorio apache”.
Creo que todo activista y toda organización que aspire a defender los derechos de los animales y construir un mundo mejor debería tener en cuenta el carácter especial de nuestra lucha para así poder servir mejor a la causa del veganismo. Sin ilusiones, pero con fe.
Luego, está la cuestión de cuál es la estrategia más efectiva para alcanzar nuestro objetivo. Pero ese debate queda para otra ocasión.
Y tú, ¿qué opinas? ¿En qué se diferencia o se parece la causa vegana con otras luchas de la historia?
¡Buen artículo, Joseph!
La lucha por los derechos animales, por medio del rechazo a toda forma de explotación animal, es ciertamente más compleja que otros tipos de injusticias entre humanos. Los demás animales no pueden protegerse ellos solos y, asimismo, despiertan menos interés innato que un miembro de tu propia especie. Si a eso le sumamos el alto grado de especismo como uno de los prejuicios sociales más antiguos que aparecieron, se nos presenta un enorme conflicto con aspectos culturales (económicos, gastronómicos, etc.), los cuales, si bien carecen de validez alguna frente al principio de igualdad, resultan muy difíciles de erradicar.
Nos toca asumir un papel superior que los propios gobiernos: educar en los principios éticos y dejar de soñar ilusamente con que podrá haber un mundo mejor si no modificamos nuestros hábitos actuales. Quizás sí hubiere un mundo más tecnológico; pero no más justo.
Un abrazo amistoso.
¡Gracias, Adrián!
Que sea la montaña más alta no significa que no vayamos a alcanzar la cima, cueste lo que cueste…
¡Un abrazo!
Gran artículo y me gustaría destacar clarísimamente de entre todas las partes el capitalismo. No me canso de decirlo. ¿Es la causa ÚNICA del Holocausto Animal? NO ¿Es la causa FUNDAMENTAL? Sí. No hay más que ver como a medida que pasan los años y aunque crece el número de veganos, la masacre no se detiene, porque necesitan más y más y más.
Yo hace tiempo que no creo en el “especismo”. El “especismo” es una creación del capitalismo para que la gente consuma sin pensar, pero el problema no es sólo que la gente consuma sin pensar, sino que quienes dominan el juego, necesitan masacrar a los animales no humanos para hacer fortuna y no van a parar.
Mientras la sociedad no cambie sus hábitos y deje de ser consumista y materialista, tendremos pocas opciones. Una sociedad que basa su felicidad en “tener”, es una sociedad egoista. Es una sociedad donde una persona no es capaz de alejar su gula para saciar la vida de alguien. ¿Comer algo por cultura, tradición, religión? Por favor… ¿de qué religión va a hablar alguien que viendo como hacen daño a otra vida, sigue comiéndosela? ¿de la religión de satanás?
Hay otro aspecto interesante y positivo. No necesitamos ser el 100% de veganos en el planeta para imponer el veganismo, nos basta con ser el 51%. El racismo aún hoy no ha desaparecido, pero fue suficiente que la mayoría estuvieran a favor de considerar a la raza negra con los mismos derechos que a las demás razas, para que esto fuera una realidad.
Para mí la clave está en desmontar el capitalismo, en ir hacia la política y en sabotear todo el sistema. Si no aprendemos de política y seguimos consumiendo y adoptando estilos de vida vacíos y superficiales, no podremos acelerar el proceso de abolición. Yo lo tengo muy claro, aunque necesitaría muchas más líneas para desarrollarlo.
Un abrazo amigos veganos
Es así, tal cual, es la primera vez en la historia q un movimiento abolicionista no es liderado por las propias víctimas de la explotación. Si los animales tuvieran capacidad para organizarse y defender sus derechos muy distinta sería la historia, creo q esta lucha habría comenzado muchísimo antes y sin duda habría dado ya sus frutos.
Q todo el resto de las especies del planeta estén bajo el abuso y comportamiento esclavista de una única especie dominante, que las economías de la mayoría de los países se sustente en base a la masacre de animales y q la lucha por la abolición únicamente se logre a paso de hormiga intentando generar conciencia en individuos q raras veces renunciarán a su propia comodidad en favor de los derechos de los animales hace q esta batalla presente una serie de obstáculos q por momentos parecieran convertirse en una muralla infranqueable.
Sé que la mayoría de veganxs no va a estar de acuerdo, pero al igual q Palitana (India), es la primera ciudad en imponer el Veganismo… creo q también debería imponerse por ley en el resto del mundo, porque se trata ni más ni menos que de la protección del derecho a la vida, al bienestar y a la libertad de individuos que están completamente vulnerables y a merced de la astucia ventajera de la inmensa mayoría de los seres humanos.