¿Es posible que el mundo se haga vegano, al menos en su mayoría?
Muchos signos apuntan en esta direccion, pero más allá del auge del veganismo en los países occidentales durante la última década, hay un motivo que debe infundir optimismo a todos aquellos que sueñan con una sociedad acorde a los principios veganos.
Y es que esa sociedad ya existe. ¡Vivimos en ella!

Como bien señala Gary Francione, la mayoría de personas está de acuerdo en que no hay que causar sufrimiento o matar a un animal así por así. Sólo si es necesario.
Si unos gamberros maltratan a un perro, lo mutilan, le causan daño o le hacen sufrir, la gente alrededor desaprueba la conducta. Existe un valor en nuestra sociedad que predica que no se puede causar sufrimiento gratuito a nadie, tampoco a los animales. Todos parecen de acuerdo en que el sufrimiento de un ser vivo sólo puede ser justificado si es absolutamente necesario.
La pregunta es: ¿Qué es necesario? Desde luego no el placer, la diversión o la comodidad.
El placer de saborear la carne, el pescado, los quesos o los huevos no es algo necesario y por tanto no puede justificar el sufrimiento, la miseria y el asesinato en masa de millones de animales cada día.
El entretenimiento que proporciona ver a unos animales encerrados en un zoo no es algo necesario y no puede justificar el encarcelamiento de animales fuera de su hábitat natural, privándoles de una vida normal, para ser exhibidos como juguetes.
La comodidad o la percepción de prestigio asociadas al uso de un abrigo de piel no son algo necesario y no pueden justificar la esclavitud, el desollamiento y el asesinato de animales.
Todas estas afirmaciones, y muchas más, se pueden investigar y demostrar. Desde lo innecesario de las corridas de toros, hasta el sufrimiento de las abejas a quienes se manipula para expoliar su miel, pasando por la inutilidad científica de los experimentos con animales o el sufrimiento de las ovejas al ser esquiladas, todo puede ser investigado, debatido y demostrado. Eso es relativamente fácil.
La parte difícil —el consenso alrededor del principio de no hacer daño a otros seres vivos— ya está hecha. Solo nos queda reforzarlo, ampliarlo a todos los animales, y aplicarlo a los ámbitos donde el ojo público no suele llegar.
Casi nada… Pero es posible.
En esta batalla por un mundo mejor, tenemos ganado mucho más de lo que parece. Es el arma secreta del veganismo, y debemos aprovecharla.
¡A trabajar!