¿Qué es el especismo? ¿De dónde viene el término? ¿Qué formas tiene y qué ejemplos hay? ¿Cuáles son los argumentos en contra del especismo? ¿Es la igualdad una alternativa? ¿Estamos ante el fin del especismo?
Me hice vegano tras ver la charla de Gary Yourofsky, pero el primer momento clave llegó tras sólo 10 minutos. Gary definió una palabra que jamás había escuchado antes: especismo. Por primera vez, tomé consciencia de los prejuicios y la discriminación que rigen todas nuestras relaciones con el resto del reino animal. Eso me cambió la vida.
Definición de especismo
El especismo es la discriminación según la especie.
El término nace por analogía a otras formas de discriminación más conocidas, como el sexismo y el racismo. Así como el sexismo consiste en discriminar a alguien en base a su sexo, o el racismo discrimina a las personas según su raza o su etnia, el especismo discrimina por la especie biológica a la que se pertenece.

Discriminar significa dar un trato desigual, generalmente perjudicial, a un individuo o colectivo. En el caso del especismo, se trata a los animales de otras especies sin tener en consideración sus intereses o sus derechos.
Toda nuestra relación con el resto de animales del planeta está basada en el paradigma especista. Consideramos sus necesidades, sus intereses y sus vidas menos importantes que las nuestras. Esta percepción nos hace tratar a los animales no humanos de formas que no aceptaríamos si se tratara de miembros de nuestra propia especie. En la práctica, el especismo se traduce en diversas formas de violencia institucionalizada, como explotación, esclavitud, mutilaciones, humillaciones, selección genética y asesinato.
La primera definición de especismo que oí sigue siendo, para mí, la más cruda y fidedigna:
“El especismo es el punto de vista, inmoral y sin principios, según el cual la especie humana tiene todo el derecho a explotar, esclavizar y asesinar a otra especie. Y todo porque creemos que nuestra especie es tan especial, tan superior a las otras, que somos los únicos que cuentan y somos los únicos que importan”.
Gary Yourofsky

Origen del término “especismo”
Tan natural parece la violación de los derechos de los animales, que hasta hace unas décadas ni siquiera existía una palabra para referirse a este tipo de discriminación.
Fue Richard Ryder quien acuñó el término “especismo” en el año 1970. Ryder, un activista por los derechos de los animales, lo usó por primera vez en los panfletos que repartía en la Universidad de Oxford para protestar contra la experimentación animal.
Uno de los estudiantes que vio esos panfletos fue el joven filósofo australiano Peter Singer. Unos años después, en 1975, Singer publicó un libro que sería clave en el movimiento por los derechos de los animales. Se titulaba “Liberación animal”. En él, desarrolla el concepto de especismo y lo define así:
“un prejuicio o actitud parcial favorable a los intereses de los miembros de nuestra propia especie y en contra de los de otras”
Peter Singer
Siguiendo la filosofía utilitarista, Singer sostiene que la capacidad de sentir, común a todos los animales incluidos los humanos, es la base de nuestra igualdad moral. Para ello, cita a Bentham, filósofo británico que escribió hace más de 200 años:
“La pregunta no es, ¿pueden razonar? ni ¿pueden hablar?, sino, ¿pueden sufrir? ¿Por qué se negaría la ley a proteger a cualquier ser sensible?”
Jeremy Bentham

La publicación de “Liberación animal” popularizó el uso del término especismo. Desde entonces, varios filósofos y pensadores han enriquecido con sus aportes el concepto de discriminación especista. Por ejemplo, Singer se centra en la sintiencia y la consideración moral de los intereses de cada individuo. Por otra parte, el filósofo Tom Regan da mucha más importancia a los derechos de los animales como seres conscientes de sí mismos . Para él, el especismo consiste en la violación de los derechos ajenos por pertenecer (o no pertenecer) a una determinada especie.
En nuestra lengua, según Óscar Horta, la palabra “especismo” apareció por primera vez en el Diccionario de Filosofía de José Ferrater Mora, en 1979. Y sólo 38 años más tarde, en el 2017, finalmente, la RAE la incluyó en su diccionario digital.
Según la Real Academia Española, el especismo es la “discriminación de los animales por considerarlos especies inferiores”. En su segunda acepción, se trata de la “creencia según la cual el ser humano es superior al resto de los animales, y por ello puede utilizarlos en beneficio propio”.

2 formas de especismo
Al igual que el sexismo o el racismo, el especismo tiene consecuencias prácticas en la vida real. Pero también al igual que otras formas de discriminación, en la base del especismo encontramos un prejuicio, una creencia “teórica” por así decirlo. Este prejuicio consiste en considerar a los miembros de ciertas especies como inferiores a los miembros de otras especies.

Por lo general, podemos distinguir dos formas principales de especismo: el antropocentrismo y la discriminación entre especies. El antropocentrismo otorga un privilegio especial a la especie humana sobre todas las demás. La discriminación entre especies concede un trato moral diferente, por ejemplo, a los gatos y a las gallinas.
Estas dos dimensiones del especismo se fortalecen mutuamente. De hecho, la mayoría de humanos actúa según estos dos prejuicios al mismo tiempo.
Antropocentrismo
El antropocentrismo es la visión que sitúa a los humanos en el centro de toda consideración moral. Según el especismo antropocéntrico, los seres humanos merecen privilegios que se niegan a los animales de todas las demás especies.

Los antropocentristas sostienen que los intereses de un ejemplar cualquiera de la especie homo sapiens son categóricamente más importantes que los intereses de cualquier animal no humano. La discriminación se justifica por el solo hecho de pertenecer o no pertenecer a la especie humana. Cualquier beneficio humano, incluso el más pequeño, justifica, según el antropocentrismo, el perjuicio a quien no goza del “privilegio” de ser humano.
El antropocentrismo está tan arraigado en la civilización humana que apenas se cuestiona. Ante la pregunta de por qué los humanos mereceríamos más derechos que el resto de animales, la mayoría de la gente reacciona como si les preguntaran por qué el cielo es azul. Para la gran mayoría de nuestros coespecímenes, la supremacía humana parece algo evidente, natural e incuestionable. Sin embargo, como veremos más adelante, existen argumentos lógicos de peso para rebatir cualquier intento racional de justificar el especismo antropocéntrico.
Ejemplos de especismo antropocéntrico
Digamos que las autoridades locales quieren construir un nuevo barrio en una colina deshabitada (por humanos). En este caso, surge un conflicto de intereses entre dos grupos: por un lado, los animales salvajes que viven en esa colina y que perderían su hogar. Por el otro lado, están la empresa constructora y las personas que quieren vivir allí. Si durante el proceso de planificación del nuevo barrio alguien se acordara de los animales y dijera “un momento, ¿qué pasa con los animales que viven ahí?”, podemos imaginar fácilmente la respuesta. “No importa, porque los humanos son más importantes”, dirían.
Veamos un caso diferente. Una persona hallada culpable de maltratar a un perro recibirá un castigo menor, por ley, del que recibiría si hubiera cometido el mismo acto de violencia contra otro ser humano.
Otro ejemplo del mayor valor que se otorga a los intereses humanos es el consumo de leche de vaca. Por un lado, los humanos quieren consumir esa leche y sus productos derivados, a pesar de tener alternativas vegetales. Por otro lado, las vacas (o las cabras u ovejas) quieren quedarse con sus bebés, amamantarlos y vivir en libertad. El conflicto de intereses se resuelve siempre, en este mundo especista, a favor de los humanos, incluso a pesar de que el daño causado a las vacas y a sus bebés es mucho mayor que el posible beneficio para los consumidores humanos.

De hecho, todas las industrias de explotación animal (carne, pescado, lácteos, huevos, miel, vestimenta, experimentación, entretenimiento, etc.) se basan en el paradigma especista antropocéntrico. Los intereses de los humanos siempre tienen prioridad, aún cuando el precio que pagan otros seres sintientes sea desproporcionadamente mayor.
Discriminación entre especies
Aparte de otorgar un valor moral superior a todos los humanos por el solo hecho de ser humanos, el especismo también se manifiesta en la diferente consideración con la que tratamos a los animales de determinadas especies. Por ejemplo, tenemos mucho más en cuenta los intereses de los animales llamados “de compañía” (perros y gatos) en comparación con los cerdos, gallinas, peces, etc.

En la discriminación de ciertas especies, el sesgo antropocentrista también está muy presente. Por ejemplo, solemos respetar más a los animales de especies más cercanas a nosotros, como los grandes simios. Otro factor que influye en nuestro trato a otros animales es nuestra percepción de su inteligencia. Por este motivo, sentimos mayor empatía hacia animales como los delfines o los elefantes.
Pero incluso esta percepción de la inteligencia ajena no siempre es coherente o se basa en la realidad. Por ejemplo, mucha gente sostiene que los cerdos poseen una inteligencia mayor que los perros. Eso no impide que la sociedad los trate como objetos, máquinas de producir carne, mientras que vemos a los perros como amigos.
También el tamaño y el aspecto determinan en gran medida nuestra actitud hacia algunos animales. Los más pequeños reciben un trato más desfavorable que los grandes. Por eso, solemos despreciar e infravalorar a los invertebrados, (en número, la mayoría de animales del planeta), a pesar de las numerosas pruebas científicas de que también sienten dolor y placer.
En otros casos, discriminamos a los animales por su aspecto, por parecernos feos o asquerosos. En cualquier otro contexto humano estas cualidades no justificarían la discriminación. Aquí aparece de nuevo el sesgo antropocentrista, ya que medimos la belleza o fealdad por el criterio de la estética humana.

Nada puede justificar la discriminación. Ni el parecido o parentesco con nosotros, ni el tamaño, ni ser menos inteligente o hermoso (¡qué arrogancia la nuestra!). Al final, vemos que la discriminación entre distintas especies viene derivada de la visión antropocentrista del mundo; una visión que debemos desafiar.
Argumentos contra el especismo
Hemos crecido en un sistema que predica el antropocentrismo y la supremacía humana. Por ende, el especismo está tan arraigado en nuestra cultura que ni siquiera se lo cuestiona. Cuando esto ocurre, la gente suele recurrir a diversos argumentos. Veamos los más comunes, y cómo rebatirlos de forma racional.
Argumentos circulares
Al denunciar la existencia del prejuicio especista, una de las reacciones más frecuentes dice algo así como: “Los humanos somos diferentes. No me vas a comparar con una vaca … ¡Claro que nuestros intereses importan más!”
Esta respuesta usa una lógica circular. Es decir, justifica un argumento basándose en el mismo argumento que se cuestiona. Asume como verdad aquello que se quiere demostrar. En nuestro caso, la supremacía humana se justifica por el simple hecho de ser humano. Sí, claramente, un hombre no es una vaca. Ni una vaca es una ballena, ni un mono es una abeja …
La línea de separación moral que el especismo antropocentrista dibuja entre los Homo Sapiens y el resto de especies es tan arbitraria como la que trazan los racistas entre el hombre blanco y los demás, o la que separa a los humanos de sexo masculino y las de sexo femenino. La diferencia biológica nunca puede ser un criterio ético válido para determinar los derechos de un individuo.
El hombre, criatura divina
Otro argumento especista sostiene que los humanos estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. O en su versión laica, tenemos un alma y somos seres espirituales. En primer lugar, esta creencia no está respaldada por ninguna prueba científica. Hasta que venga Dios y lo confirme, o hasta que se invente un aparato que detecte la existencia de un alma inmortal, este argumento no deja de ser una creencia. Como quien cree que Elvis todavía vive, o que la bolsa subirá mañana.
En cualquier caso, vale la pena preguntarse qué tipo de privilegio debería otorgarnos el hecho de ser creaciones divinas o seres espirituales. Si acaso, esta hipotética condición ¿no debería traducirse en un comportamiento justo, benévolo y protector hacia los más débiles?

El argumento de la superposición de especies
Finalmente, el argumento más común para justificar el especismo antropocéntrico se basa en las mayores capacidades cognitivas de los Homo Sapiens: “Los humanos somos más inteligentes, tenemos consciencia y habilidades como el lenguaje, que los animales no tienen”.
Si analizamos este argumento de forma racional, veremos que el criterio de inteligencia y lenguaje no justifican la discriminación. Por ejemplo, los bebés no pueden hablar y su inteligencia aún no está desarrollada. ¿Acaso aceptaríamos que se los tratara peor que los adultos por no cumplir los “requisitos” para formar parte del privilegiado “club” de los humanos inteligentes?
Podemos hacer una reflexión similar con respecto a personas con retraso mental, ancianos seniles, o enfermos de demencia u otras enfermedades cognitivas. Una vez más, la superioridad intelectual no puede justificar la discriminación y el abuso. De lo contrario, deberíamos aprobar, por ejemplo, que alguien como Albert Einstein comiera filetes de carne procedente de enfermos psíquicos o de bebés humanos… Pero Einstein no sólo no hacía esto, sino que, de hecho, tampoco comía carne de bebés de otras especies. Era vegetariano.

Esta lógica para rebatir el antropocentrismo se conoce como el argumento de la superposición de especies. Consiste en señalar que siempre existe un número de individuos de nuestra especie que comparten algunas características de las especies discriminadas. A nivel cognitivo, por ejemplo, las especies no siempre están claramente divididas. A veces se superponen, y a pesar de ello, no aplicamos el criterio de discriminación basada en la inteligencia o el lenguaje, tal como se argumenta.
De esta manera, la justificación del especismo en base a las capacidades únicas de los homo sapiens queda invalidada.
Diferencias biológicas, igualdad de derechos
Al percatarnos de la existencia del especismo, se nos abren dos posibilidades. Podemos seguir practicando la discriminación o podemos adoptar una posición ética y antiespecista. Esta segunda opción se traduce, en la práctica, en un estilo de vida respetuoso con los animales no humanos. El veganismo defiende los derechos de todos los animales y practica el principio de igualdad entre los individuos de todas las especies.
Hablar de igualdad animal puede quizás parecer extraño. No somos iguales a los conejos, ni los leones son iguales a las ballenas, ni las abejas son como las palomas. Cada especie tiene sus particularidades, sus necesidades y sus aspiraciones, diferentes a las de los demás.

Abogar por la igualdad animal no significa ignorar las diferencias biológicas de cada especie, de la misma forma que defender la igualdad de la mujer y del hombre no significa negar las diferencias entre los sexos. La igualdad que buscamos, en todos estos casos, se refiere a la igualdad de derechos, independientemente de las diferencias biológicas.
El especismo, como todas las formas de discriminación, se basa en las diferencias para instaurar y justificar un orden jerárquico de poder, control y violencia. Pero hay una alternativa: respetar las diferencias, ver más allá de ellas y honrar todo lo que tenemos en común. Si hay algo a lo que podemos llamar progreso, se trata precisamente de reconocer y respetar los derechos de los demás, sean del sexo, de la raza o de la especie que sean.
La humanidad ha hecho importantes progresos en el terreno del racismo y del sexismo. Ya es hora de seguir progresando. Es la hora del veganismo.

Especistas porque podemos
La cruda realidad es que explotamos a miles de millones de animales a diario, causándoles un sufrimiento inimaginable, simplemente porque podemos. Porque somos la especie animal más poderosa sobre la faz de la tierra. Al no haber nadie que nos impida esclavizar y matar al resto de animales, lo hacemos. Primero nos beneficiamos a costa de su miseria, y sólo después construimos justificaciones racionales para los actos que cometemos.
Imagina… Si mañana llegaran a la Tierra unos extraterrestres más poderosos que nosotros y abusaran de nosotros tal como hacemos con los demás animales, ¿no encontraríamos mil razones para oponernos a la opresión perpetrada por la nueva especie visitante?
Pero somos nosotros, los homo sapiens, quienes explotamos, esclavizamos, mutilamos, robamos y asesinamos a quienes son diferentes. Los ninguneamos, los despreciamos, los pisoteamos y nos burlamos de ellos. La violencia es, al fin y al cabo, la esencia del especismo.

El final del especismo
No es casual que el término especismo se haya creado por analogía al sexismo y al racismo. Claramente, cada tipo de discriminación tiene sus particularidades, y existen muchas diferencias que hacen de la lucha por la liberación animal una causa única en nuestra historia.
Pero al igual que el sexismo y el racismo, el especismo consiste en la arrogante, injustificada e irracional denigración del “otro”, de lo diferente. Y al igual que estas discriminaciones, también el especismo está destinado a acabar en el cubo de las vergüenzas de la civilización humana.

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